VATICANO, 24 May. 16 / 05:41 am (ACI).- Para el Papa Francisco la santidad no se compra, no se gana con las propias fuerzas, sino que es “simplemente de todos los cristianos” y aquella “que debemos hacer todos los días”.
En la Misa que celebró en la Casa Santa Marta, el Pontífice dedicó la homilía a la santidad. "La santidad no se compra. Ni la ganan las mejores fuerzas humanas. No, la santidad sencilla de todos los cristianos, la nuestra, aquella que debemos hacer todos los días – afirmó el Papa – es un camino que se puede hacer sólo si lo sostienen cuatro elementos imprescindibles, a saber: coraje, esperanza, gracia y conversión".
Francisco comentó la lectura del día de Pedro, que definió como un “pequeño tratado sobre la santidad”, que es “caminar en la presencia de Dios de modo irreprochable”.
Coraje:
“Este caminar, la santidad es un camino, la santidad no se puede comprar, no se vende. Tampoco se regala. La santidad es un camino en la presencia de Dios que debo hacer yo: no puede hacerlo otro en mi nombre”, dijo.
“Puedo orar para que el otro sea santo, pero el camino debe hacerlo él, no yo. Caminar en la presencia de Dios, de modo irreprochable. Y yo usaré hoy algunas palabras que nos enseñan como es la santidad de cada día, esa santidad –digamos- también anónima. Primero: coraje, el camino hacia la santidad requiere valentía”, explicó.
Esperanza:
Sobre esto mismo, manifestó que “el Reino de los Cielos de Jesús” es para aquellos “que tienen el coraje de ir adelante” y a su vez es movido por la “esperanza”.
Gracia
“La santidad no podemos hacerla nosotros solos. No, es una gracia. Ser bueno, ser santo, dar todos los días un paso adelante en la vida cristiana es una gracia de Dios y tenemos que pedirla”.
“La valentía es un camino. Un camino que se debe hacer con coraje, con la esperanza y con la esperanza y con la disponibilidad de recibir esta gracia. Y la esperanza: la esperanza del Camino”, expresó Francisco.
Conversión:
El Papa habló también de la importancia de cambiar el corazón: “la conversión, todos los días: ‘Ah, Padre, para convertirme debo hacer penitencia, darme golpes…’. ‘No, no, no: conversiones pequeñas. Pero si tú eres capaz de no hablar a espaldas del otro, es un buen camino para ser santo’”.
“¡Es así de simple!”, dijo para concluir. “Yo se que vosotros nunca habláis mal a espaldas de los otros, ¿verdad? Pequeñas cosas… Tengo ganas de criticar al vecino, al compañero de trabajo: morderse la lengua un poco. Se hará un poco grande la lengua, pero vuestro espíritu será más santo en este camino”.
Por tanto, “el camino de la santidad es sencillo. No volver atrás, sino ir siempre adelante. Y con fortaleza”, terminó.
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