En aquel tiempo Jesús dijo: "No se inquieten. Crean en Dios y crean también en mí. En la Casa de mi Padre hay muchas habitaciones; si no fuera así, se lo habría dicho a ustedes. Yo voy a prepararles un lugar. Y cuando haya ido y les haya preparado un lugar, volveré otra vez para llevarlos conmigo, a fin de que donde yo esté, estén también ustedes. Ya conocen el camino del lugar adonde voy". Tomás le dijo: "Señor, no sabemos adónde vas. ¿Cómo vamos a conocer el camino?". Jesús le respondió: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí.
comentario del Evangelio por San Rafael Arnaiz Barón (1911-1938),
monje trapense español Escritos espirituales, 12/04/1938
«Donde yo estoy, también estaréis vosotros»
¡Ah! si el mundo supiera lo que es amar un poco a Dios, también amaría al prójimo. Al amar a Jesús, al amar a Cristo, también forzosamente se ama lo que Él ama. ¿Acaso no murió Jesús de amor por los hombres? Pues al transformar nuestro corazón en el de Cristo, también sentimos y notamos sus efectos... Y el más grande de todos es el amor... el amor a la voluntad del Padre, el amor a todo el mundo, que sufre, que padece... Es el padre, el hermano lejano, sea inglés, japonés o trapense; el amor a María... En fin. ¿Quién podrá comprender el Corazón de Cristo? Nadie, pero chispitas de ese Corazón hay quien las tiene..., muy ocultas..., muy en silencio, sin que el mundo se entere.
Jesús mío, qué bueno eres. Tú lo haces todo maravillosamente bien. Tú me enseñas el camino; Tú me enseñas el fin. El camino es la dulce Cruz..., es el sacrificio, la renuncia, a veces la batalla sangrienta que se resuelve en lágrimas en el Calvario, o en el Huerto de los Olivos; el camino, Señor, es ser el último, el enfermo, el pobre oblato trapense que a veces sufre junto a tu Cruz. Pero no importa; al contrario..., la suavidad del dolor sólo se goza sufriendo humildemente por Tí. Las lágrimas junto a tu Cruz, son un bálsamo en esta vida de continua renuncia y sacrificio; y los sacrificios y renuncias son agradables y fáciles, cuando anima en el alma la caridad, la fe y la esperanza. He aquí cómo Tú transformas las espinas en rosas.
Mas ¿y el fin?... El fin eres Tú, y nada más que Tú... El fin es la eterna posesión de Ti allá en el cielo con Jesús, con María, con todos los ángeles y santos. Pero eso será allá en el cielo. Y para animar a los flacos, a los débiles y pusilánimes como yo, a veces te muestras al corazón y le dices..., ¿qué buscas? ¿qué quieres? ¿a quién llamas?... Toma, mira lo que soy... Yo soy la Verdad y la Vida.
Y entonces derramas en el alma delicias que el mundo ignora y no comprende. Entonces, Señor, llenas el alma de tus siervos de dulzuras inefables que se rumian en silencio, que apenas el hombre se atreve a explicar...
"Religando nuestra humanidad hacia lo trascendente, desde la Pedagogía Católica"
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