"En aquel tiempo los discípulos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Todavía estaban hablando de esto, cuando Jesús se apareció en medio de ellos y les dijo:
"La paz esté con ustedes".
Atónitos y llenos de temor, creían ver un espíritu,
pero Jesús les preguntó: "¿Por qué están turbados y se les presentan esas dudas?
Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean. Un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que yo tengo".
Y diciendo esto, les mostró sus manos y sus pies.
Era tal la alegría y la admiración de los discípulos, que se resistían a creer. Pero Jesús les preguntó: "¿Tienen aquí algo para comer?".
Ellos le presentaron un trozo de pescado asado;
él lo tomó y lo comió delante de todos.
Después les dijo: "Cuando todavía estaba con ustedes, yo les decía: Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos".
Entonces les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras,
y añadió: "Así estaba escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados.
Ustedes son testigos de todo esto."
Comentario del Evangelio por San Cirilo de Alejandría (380-444), obispo y doctor de la Iglesia. Comentario al evangelio de San Juan, 12; PG 74, 704-705
“Ved mis manos y mis pies; soy yo en persona. Tocadme...”
El evangelista Mateo narra que Cristo, tomando con él a Pedro, Santiago y a Juan, se transfiguró delante de ellos. Su rostro quedó resplandeciente como la luz y sus vestidos, blancos como la nieve. Pero ellos, no pudiendo soportar esta visión, cayeron de bruces. (Mt 17,1ss) Para conformarse plenamente al plan divino, el Señor Jesús, en el Cenáculo apareció todavía bajo el aspecto que tenía antes, y no según la gloria que le era connatural y que correspondía al templo de su cuerpo transfigurado. No quería que la fe en la resurrección condujera hacia otro aspecto y hacia un cuerpo diferente del cuerpo asumido en la encarnación en la Virgen y que fue muerto en la cruz, según las Escrituras. En efecto, la muerte no tenía poder más que sobre la carne de la que iba a ser echada fuera. Porque, si su cuerpo muerto no resucitara ¿cuál sería la muerte vencida?...No podía ser ni solamente el alma, ni un ángel, ni siquiera únicamente el Verbo de Dios...
Por lo demás, cualquiera que sea sensato, contará el hecho de entrar el Señor con las puertas cerradas, como prueba de su resurrección. Saluda a sus discípulos con estas palabras: “Paz a vosotros” mostrando así que él mismo es la paz. Ellos reciben, por su presencia, un espíritu pacificado y tranquilo. Esto es, sin duda, lo que San Pablo desea a sus fieles cuando dice: “La paz de Dios, que supera cualquier razonamiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos por medio de Cristo Jesús.” (Flp 4,7)
"Religando nuestra humanidad hacia lo trascendente, desde la Pedagogía Católica"
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