En aquel tiempo Jesús les dijo; Nadie puede venir a mí,
si no lo atrae el Padre que me envió; y yo lo resucitaré en el último día.
Está escrito en el libro de los Profetas: Todos serán instruidos por Dios. Todo el que
oyó al Padre y recibe su enseñanza, viene a mí.
Nadie ha visto nunca al Padre, sino el que viene de Dios: sólo él ha visto al Padre.
Les aseguro que el que cree, tiene Vida eterna.
Yo soy el pan de Vida.
Sus padres, en el desierto, comieron el maná y murieron.
Pero este es el pan que desciende del cielo, para que aquel que lo coma no muera.
Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y
el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo".
Comentario del Evangelio por San Ireneo de Lyon (c.130-c.208), obispo, teólogo y mártir Contra los herejes V, 2, 2 (trad. breviario jueves III semana de pascua)
“El pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo".
"Si la carne no se salva, entonces el Señor no nos ha redimido con su sangre, ni
el cáliz de la eucaristía es participación de su sangre, ni el pan que partimos es
participación de su cuerpo. Porque la sangre procede de las venas y de la carne y
de toda la substancia humana, de aquella substancia que asumió el Verbo de Dios
en toda su realidad y por la que nos pudo redimir con su sangre, como dice el
Apóstol: Por cuya sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados.
Y, porque somos sus miembros (1Co 6,15) y quiere que la creación nos
alimente…, aseguró el Señor que el cáliz, que proviene de la creación material, es
su sangre derramada, con la que enriquece nuestra sangre, y que el pan, que
también proviene de esta creación, es su cuerpo, que enriquece nuestro cuerpo.
Cuando la copa de vino mezclado con agua y el pan preparado por el hombre
reciben la Palabra de Dios, se convierten en la eucaristía de la sangre y del cuerpo
de Cristo y con ella se sostiene y se vigoriza la substancia de nuestra carne, ¿cómo
pueden, pues, pretender los herejes que la carne es incapaz de recibir el don de
Dios, que consiste en la vida eterna, si esta carne se nutre con la sangre y el
cuerpo del Señor y llega a ser parte de este mismo cuerpo?
Por ello bien dice el Apóstol en su carta a los Efesios:
“Somos miembros de su cuerpo, hueso de sus huesos y carne de su carne” (Ef 5,30; Gn 2,23).
Y esto lo afirma no de un hombre invisible y mero espíritu…, sino de un organismo auténticamente humano, hecho de carne, nervios y huesos; pues es este organismo el que se nutre con la copa, que es la sangre de Cristo y se fortalece con el pan, que es su cuerpo…
De la misma forma nuestros cuerpos, nutridos con esta eucaristía y depositados en tierra…,
resucitarán a su tiempo, cuando la Palabra de Dios les otorgue de nuevo la vida
“para la gloria de Dios Padre” (Fi 2,11).
"Religando nuestra humanidad hacia lo trascendente, desde la Pedagogía Católica"
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