Evangelio según San Mateo 2,13-15.19-23.
"José, toma al niño y a su madre y huye a Egipto".
"Después de la partida de los magos,
el Angel del Señor se apareció en sueños a José
y le dijo: "Levántate, toma al niño y a su madre
y huye a Egipto, permanece allí hasta que yo te avise,
porque Herodes va a buscar al niño para matarlo".
José se levantó, tomó de noche al niño y a su madre,
y se fue a Egipto.
Allí permaneció hasta la muerte de Herodes,
para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado
por medio del Profeta:
"Desde Egipto llamé a mi hijo".
Cuando murió Herodes,
el Ángel del Señor se apareció en sueños a José,
que estaba en Egipto, y le dijo:
"Levántate, toma al niño y a su madre,
y regresa a la tierra de Israel,
porque han muerto los que atentaban contra la vida del niño".
José se levantó, tomó al niño y a su madre,
y entró en la tierra de Israel.
Pero al saber que Arquelao reinaba en Judea,
en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allí y,
advertido en sueños, se retiró a la región de Galilea,
donde se estableció en una ciudad llamada Nazaret.
Así se cumplió lo que había sido anunciado por los profetas:
Será llamado Nazareno".
Comentario del Evangelio por: Papa Francisco
Encíclica “Lumen fidei”, § 52-53 (trad. © Libreria Editrice Vaticana)
"La fe y el camino de la familia".
"Fe y familia: En el camino de Abrahán hacia la ciudad futura, la Carta a los Hebreos se refiere a una bendición que se transmite de padres a hijos (cf. Hb 11,20-21). El primer ámbito que la fe ilumina en la ciudad de los hombres es la familia. Pienso sobre todo en el matrimonio, como unión estable de un hombre y una mujer: nace de su amor, signo y presencia del amor de Dios…
Fundados en este amor, hombre y mujer pueden prometerse amor mutuo con un gesto que compromete toda la vida y que recuerda tantos rasgos de la fe. Prometer un amor para siempre es posible cuando se descubre un plan que sobrepasa los propios proyectos, que nos sostiene y nos permite entregar totalmente nuestro futuro a la persona amada. La fe, además, ayuda a captar en toda su profundidad y riqueza la generación de los hijos, porque hace reconocer en ella el amor creador que nos da y nos confía el misterio de una nueva persona. En este sentido, Sara llegó a ser madre por la fe, contando con la fidelidad de Dios a sus promesas (cf. Hb 11,11).
En la familia, la fe está presente en todas las etapas de la vida, comenzando por la infancia: los niños aprenden a fiarse del amor de sus padres. Por eso, es importante que los padres cultiven prácticas comunes de fe en la familia, que acompañen el crecimiento en la fe de los hijos. Sobre todo los jóvenes, que atraviesan una edad tan compleja, rica e importante para la fe, deben sentir la cercanía y la atención de la familia y de la comunidad eclesial en su camino de crecimiento en la fe".
"Religando nuestra humanidad hacia lo trascendente, desde la Pedagogía Católica"
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