"No saben discernir el tiempo presente".
"En aquel tiempo Jesús dijo a la multitud: "Cuando ven que una nube se levanta en occidente, ustedes dicen en seguida que va a llover, y así sucede. Y cuando sopla viento del sur, dicen que hará calor, y así sucede. ¡Hipócritas! Ustedes saben discernir el
aspecto de la tierra y del cielo; ¿cómo entonces no saben discernir el tiempo
presente? ¿Por qué no juzgan ustedes mismos lo que es justo? Cuando vas con tu
adversario a presentarte ante el magistrado, trata de llegar a un acuerdo con él en
el camino, no sea que el adversario te lleve ante el juez, y el juez te entregue al
guardia, y este te ponga en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que
hayas pagado el último centavo".
Comentario del Evangelio por: San Agustín (354-430),
obispo de Hipona (África del Norte) y doctor de la Iglesia
Sermón 109; PL 38,636
«¿Cómo no sabéis interpretar el tiempo presente?»
"Acabamos de escuchar el evangelio en el que Jesús critica a aquellos que saben
reconocer el aspecto del cielo, pero no han sido capaces de descubrir el tiempo en el
que era urgente creer en el Reino de los cielos. Es a los judíos a quienes se dirige,
pero esta palabra llega hasta nosotros. Ahora bien, el mismo Señor Jesucristo
comenzó así su predicación: «Convertíos porque está cerca el Reino de los cielos»
(Mt 4,17). Juan Bautista, su precursor, había comenzado de la misma manera:
«Convertíos porque está cerca el Reino de los cielos» (Mt 3,2). Y ahora el Señor los
censura porque no quieren convertirse siendo así que el Reino de los cielos está
cerca...
Pertenece a Dios saber cuando vendrá el fin del mundo: sea cuando sea, ahora
es el tiempo de la fe... Para cada uno de nosotros el tiempo está cerca, porque
somos mortales. Caminamos entre peligros. Si fuéramos de cristal, temeríamos
menos. ¿Hay algo más frágil que un recipiente de cristal? Sin embargo lo
conservamos y dura siglos, tememos que caiga, pero no la vejez ni la fiebre. Somos,
pues, más frágiles y más débiles, y esta fragilidad cada día nos hace temer todo los
accidentes que constantemente acechan la vida de los hombres. Y si no son
accidentes, es la vida que hace su curso. El hombre evita los enfrentamientos;
¿puede evitar la última hora? Evita lo que viene del exterior; ¿puede echar fuera de
sí lo que nace dentro de él? A veces cualquier enfermedad le coge de repente. En
fin, el hombre habrá podido ir salvando escollos toda su vida, cuando al fin le llegue
la vejez, ya no hay prórroga".
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