En aquel tiempo un escriba se acercó a Jesús y le preguntó:
«¿Cuál es el primero de los mandamientos?».
Jesús respondió: "El primero es: Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor;
y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas.
El segundo es: Amarás a tu prójimo como a tí mismo. No hay otro mandamiento más grande que estos".
El escriba le dijo: "Muy bien, Maestro, tienes razón al decir que hay un solo Dios y no hay otro más que él, y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios".
Jesús, al ver que había respondido tan acertadamente, le dijo: "Tú no estás lejos del Reino de Dios". Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas".
Comentario del Evangelio por San Basilio (c. 330-379), monje y obispo de Cesárea en Capadocia, doctor de la Iglesia Grandes Reglas monásticas, Q 1-2"Los dos mandamientos del amor".
"Pregunta: Os pedimos, primeramente, que nos digáis si los mandamientos de Dios tienen un cierto orden. ¿Hay un primero, un segundo, un tercero, y así sucesivamente?...
Respuesta: El Señor en persona determinó el orden que debían seguir sus mandamientos. El primero y más grande es el de guardar al amor a Dios, y el segundo, que le es semejante, o mejor dicho, es su cumplimiento y consecuencia, se refiere al amor al prójimo…
Pregunta: Háblenos, primero, del amor de Dios. Se sabe que hay que amar a Dios, pero ¿cómo hay que amarle?...
Respuesta: El amor a Dios no se enseña. Nadie nos ha enseñado a gozar de la luz ni a estimar la vida por encima de todo; tampoco nadie nos ha enseñado a amar a los que nos han dado la vida y nos han educado. Igualmente, o con más razón aún, no es a través de una enseñanza exterior por la que aprendemos a amar a Dios. En la misma naturaleza del ser viviente –quiero decir del hombre- existe una especie da germen que contiene en sí mismo el principio de esta capacidad de amar. Es en la escuela de los mandamientos de Dios que se debe recoger este germen, cultivarlo diligentemente, alimentarlo cuidadosamente, y llevarlo a su desarrollo mediante la gracia divina. Apruebo vuestro celo, es indispensable para alcanzar la meta…
Hay que saber que esta virtud de la caridad es una, pero es más poderosa que todos los mandamientos, porque: “El que me ama, guardará mi palabra” (Jn 14,23), y también: “Estos dos mandamientos contienen toda la ley y los profetas” (Mt 22,40).
"Religando nuestra humanidad hacia lo trascendente, desde la Pedagogía Católica"
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