Introducción:
1. En medio del oleaje a veces tormentoso que ha golpeado nuestra vida en estos años recientes, el Señor se ha hecho presente. Se ha acercado a nosotros para decirnos «¡Ánimo!, no tengan miedo». Y lo ha hecho de tal manera que, superado el temor, hemos podido volver a proclamar «En verdad, Tú eres el Hijo de Dios», con una fe fortalecida en la vivencia del dolor y la experiencia de la propia fragilidad y pecado.
2. Nuestro corazón guarda un recuerdo cariñoso y agradecido del papa Benedicto XVI; de su valentía espiritual para renunciar al ministerio petrino, reconociendo su falta de fuerzas para ejercer bien la tarea que le había sido confiada (2). Esta decisión, tomada en conciencia y ante Dios, nos ha conducido a la elección del papa Francisco y al inicio de un proceso de renovación eclesial que se encuentra en pleno
desarrollo. El ministerio pastoral de este Papa nacido en tierras latinoamericanas nos está llenando de alegría y esperanza. Está siendo un soplo del Espíritu, que nos habla de la cercanía, la bondad, la compasión y la misericordia de Dios.
3. «Como Pastores, queremos animarles a seguir dándose por entero al Señor. Lo han hecho durante toda una vida y ni siquiera en las mayores tormentas han claudicado. Hoy nuestro corazón alberga una renovada esperanza. Junto a ustedes, estamos dispuestos a caminar en el gozo de nuestra vocación cristiana, seguros de la ternura del Padre y de su misericordia. Queremos caminar juntos, ser Iglesia de
comunión y participación, en la que nadie está excluido, Iglesia misericordiosa que ratifica su compromiso de servir a las personas, especialmente a los pobres, sufrientes, marginados, y a quienes ha ofendido» (3).
4. Estas Orientaciones Pastorales son el resultado de un proceso de discernimiento pastoral, vivido como gozosa experiencia de comunión eclesial, que nos ha ayudado a reconocer mejor al Señor presente en medio de las sombras y vaivenes de nuestra realidad.
5. Queremos continuar la senda de fidelidad al Señor de todos aquellos que nos han precedido en el camino de la fe. Nos reconocemos unidos a santa Teresa de los Andes y san Alberto Hurtado; a la beata Laura Vicuña y al beato Ceferino Namuncurá. Pero más ampliamente a todos los creyentes anónimos que con su fidelidad de cada día dan vigor y credibilidad a nuestra experiencia cristiana. Nos reconocemos unidos a aquellos que «con la pasión de su amor a Jesucristo, han sido miembros activos y
misioneros en su comunidad eclesial. Con valentía, han perseverado en la promoción de los derechos de las personas, fueron agudos en el discernimiento crítico de la realidad a la luz de la enseñanza social de la Iglesia y creíbles por el testimonio coherente de sus vidas. Los cristianos de hoy recogemos su herencia y nos sentimos llamados a continuar con renovado ardor apostólico y misionero el estilo evangélico de vida que nos han trasmitido» (4).
"Religando nuestra humanidad hacia lo trascendente, desde la Pedagogía Católica"
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