Evangelio según San Lucas 14,1-6.
"¿Está permitido curar en sábado o no?".
"Un sábado, Jesús entró a comer en casa de uno de losprincipales fariseos. Ellos lo observaban atentamente. Delante de él había un hombre enfermo de hidropesía. Jesús preguntó a los doctores de la Ley y a los fariseos:
"¿Está permitido curar en sábado o no?". Pero ellos guardaron silencio.
Entonces Jesús tomó de la mano al enfermo, lo curó y lo despidió. Y volviéndose hacia ellos, les dijo: "Si a alguno de ustedes se le cae en un pozo su hijo o su buey, ¿acaso no lo saca en seguida, aunque sea sábado?". A esto no pudieron responder nada".
Comentario del Evangelio por: Guerrico de Igny (hacia 1080-1157),
abad cisterciense Trad. Bouchet, Lectionnaire, p.299
"Jesús en la mesa con los fariseos".
"El Creador del mundo, eterno e invisible, dispuesto a salvar al género humano que se arrastraba a lo largo de los siglos sometido a las duras leyes de la muerte «en estos tiempos que son los últimos» (Hb 1,2) se dignó hacerse hombre..., para rescatar, conforme a su clemencia, a los que su justicia había condenado.
Con el fin de demostrar la profundidad de su amor para con nosotros, no solamente se hizo hombre, sino hombre pobre y sencillo, para que acercándose a nosotros en su
pobreza, nos hace participar de sus riquezas (2C 8,9). Se hizo pobre por nosotros
hasta el punto de no tener un lugar donde descansar su cabeza: «Las zorras tienen
madrigueras y los pájaros nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la
cabeza» (Mt 8,20).
Por eso aceptaba ir a las comidas a las que era invitado, no por gusto inmoderado de la comida, sino para enseñar en ellas la salvación y suscitar la fe.
Allí, por sus milagros, llenaba de luz a los invitados. Allí los siervos, que estaban en el interior trabajando y no tenían la libertad de acercarse a él, podían escuchar la palabra de salvación. En efecto, no menospreciaba a nadie, nadie era indigno de su amor porque «se compadece de todos; no odia nada de lo que ha hecho y cuida delicadamente de cada una de ellas» (Sab 11,24).
Para llevar a cabo su obra de salvación, el Señor entró un sábado en casa de un fariseo notable. Los escribas y fariseos espiaban lo que hacía a fin de que, si curaba al hidrópico, pudieran acusarle de violar la ley y, si no lo curaba, acusarlo de despiadado o débil... Por la luz purísima de su palabra de verdad, vieron desvanecerse todas las tinieblas de su mentira".
"Religando nuestra humanidad hacia lo trascendente, desde la Pedagogía Católica"
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