EDUCACIÓN DE CALIDAD PARA EL CHILE DE HOY
Pbro. Tomás Scherz T. Urgencia educativa para la esfera pública.
PRÓLOGO
Digámoslo con claridad, la clase de religión está siendo cuestionada. El impacto de una cultura laicista apremia en configurar sociedades alejadas de sus tradiciones creyentes;
a nivel de las iglesias cristianas esta educación basada en adoctrinamiento catequético ha sido remecida en sus presupuestos, provocando perplejidad y segregación; los planes y programas no conectan con el interés de las familias ni con el carácter curricular de los demás saberes que circulan en la escuela; y, por si esto fuera poco, el gran debate social acerca de la calidad de la educación nos urge a dar una respuesta clara respecto del lugar que ocupa la espiritualidad en el marco de la formación integral de los estudiantes.
a nivel de las iglesias cristianas esta educación basada en adoctrinamiento catequético ha sido remecida en sus presupuestos, provocando perplejidad y segregación; los planes y programas no conectan con el interés de las familias ni con el carácter curricular de los demás saberes que circulan en la escuela; y, por si esto fuera poco, el gran debate social acerca de la calidad de la educación nos urge a dar una respuesta clara respecto del lugar que ocupa la espiritualidad en el marco de la formación integral de los estudiantes.
Pero antes de entrar en nuevas propuestas epistemológicas
de la clase de religión, nos interesa, como Iglesia Católica,
re-enfocar este debate desde la importancia que tiene la
enseñanza religiosa escolar en el contexto de una sociedad
laica, independiente –por ahora- de la forma que adopte esta
disciplina en el ámbito educacional. Por esta razón, me parece
oportuno presentar este documento de trabajo, pues plantea un
punto de partida interesante, propositivo y provocador.
Ya en el primer documento de trabajo de esta serie se planteaba
que una sociedad moderna y laica genuina se basa, no en
la negación de Dios, sino en la validación e interacción
corresponsable de diversas cosmovisiones, incluidas las
tradiciones religiosas que han determinado su historia, y que se
articulan en pos del bien común definitorio de una ciudadanía
abierta a los valores de la paz, la justicia y la solidaridad.
Por esta razón, ya no se trata de oponer la enseñanza religiosa
escolar a las otras disciplinas curriculares hoy día culturalmente
más valoradas por su impacto en los actuales estándares de
éxito y desarrollo. Se trata de colocar responsablemente sobre
el tablero de la educación chilena las distintas piezas que,
desde la interacción pedagógica y co-educativa, sintonicen con
el sueño de ser humano y sociedad hacia el cual queremos
orientarnos. Y estas distintas piezas corresponden, nuestro
juicio, al entramado de saberes y experiencias que ayuden a los
estudiantes a encontrarse con la dimensión sagrada de la vida
y al mismo tiempo a formular aquella síntesis del pensamiento
(científico, humanista y estético) capaz de afianzar el talante
ético-ciudadano de las nuevas generaciones.
Estamos en un tiempo privilegiado para desplegar esta
discusión. Más allá de las formalidades de la reforma educacional
en ciernes, proceso en cual hemos participado activa y
propositivamente, este nuevo marco legal apunta a principios
y valores que debemos resguardar para que no se pierdan
en la vorágine de intereses particulares y cortoplacistas. Hay
un horizonte definido por lo que llamamos “calidad de la
educación”, y esta calidad no se puede construir sin un referente
de humanidad que, pese a todos los avatares históricos del
cristianismo, es lo más auténtico que nuestra tradición religiosa
puede y debe ofrecer.
Edgardo Fernández Apablaza, Pbro.
Vicario Episcopal de Educación
Obispado de Valparaíso
Vicario Episcopal de Educación
Obispado de Valparaíso
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