viernes, 24 de abril de 2015

Evangelio del Viernes 24 de Abril de 2015, según San Juan 6,52-59. III de Pascua.

En aquel tiempo los judíos discutían entre sí, diciendo: 
"¿Cómo este hombre puede darnos a comer  su carne?".   
Jesús les respondió: "Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y  no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes.   
El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el  último día.   
Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida.   
El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él.  
Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de  la misma manera, el que me come vivirá por mí.   
Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El  que coma de este pan vivirá eternamente".   
Jesús enseñaba todo esto en la sinagoga de Cafarnaún".     

Comentario del Evangelio por: Papa Benedicto XVI   Homilía para el Congreso Eucarístico italiano, 29/05/05   
«Mi carne es el verdadero alimento» 
           
"El Señor no nos deja solos en este camino. Está con nosotros; más aún, desea  compartir nuestra suerte hasta identificarse con nosotros. En el coloquio que acaba  de referirnos el evangelio, dice: «El que come mi carne y bebe mi sangre habita en  mí y yo en él» (Jn 6, 56). ¿Cómo no alegrarse por esa promesa? Pero hemos  escuchado que, ante aquel primer anuncio, la gente, en vez de alegrarse, comenzó a discutir y a protestar: «¿Cómo puede este darnos a comer su carne?» (Jn 6, 52).             

En realidad, esta actitud se ha repetido muchas veces a lo largo de la historia.  Se podría decir que, en el fondo, la gente no quiere tener a Dios tan cerca, tan a la  mano, tan partícipe en sus acontecimientos. La gente quiere que sea grande y, en  definitiva, también nosotros queremos que esté más bien lejos de nosotros.  Entonces, se plantean cuestiones que quieren demostrar, al final, que esa cercanía  sería imposible. Pero son muy claras las palabras que Cristo pronunció en esa  circunstancia: «Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no  bebéis su sangre no tenéis vida en vosotros» (Jn 6, 53). Realmente, tenemos  necesidad de un Dios cercano.             

Ante el murmullo de protesta, Jesús habría podido conformarse con palabras  tranquilizadoras. Habría podido decir: «Amigos, no os preocupéis. He hablado de  carne, pero sólo se trata de un símbolo. Lo que quiero decir es que se trata sólo de  una profunda comunión de sentimientos». Pero no, Jesús no recurrió a esa  dulcificación. Mantuvo firme su afirmación, todo su realismo, a pesar de la  defección de muchos de sus discípulos (Jn 6, 66). Más aún, se mostró dispuesto a  aceptar incluso la defección de sus mismos Apóstoles, con tal de no cambiar para  nada lo concreto de su discurso: «¿También vosotros queréis marcharos?» (Jn 6,  67), preguntó. Gracias a Dios, Pedro dio una respuesta que también nosotros, hoy,  con plena conciencia, hacemos nuestra: "Señor, ¿a quién vamos a ir? Tú tienes  palabras de vida eterna» (Jn 6, 68). 


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Yo también ato la influencia de cualquier alma perdida o caída que pueda estar presente y todos los emisarios de los cuarteles satánicos o cualquier asamblea de brujos o hechiceros o adoradores de satanás que puedan estar presente en algún modo preternatural. ­ Yo clamo a la sangre de Jesús en el aire, atmósfera, agua, fuego, viento, la tierra y todos sus frutos, y debajo de la tierra. En el nombre de Jesucristo yo le prohíbo a todos los adversarios mencionados que se comunique o ayuden unos a otros de cualquier modo, o que se comuniquen conmigo, o que hagan cualquier cosa excepto que yo les mando en el nombre de Jesús. En el nombre de Jesucristo yo sello este lugar y a todos los presentes y a todos los familiares, amigos y conocidos de los presentes, y también sus lugares, posesiones y fuentes de aprovisionamiento en la sangre de Jesús. (Repetir tres veces) En el nombre de Jesucristo yo le prohíbo a cualquier espíritu perdido, asamblea de brujos, grupos, satánicos, o emisarios o cualquiera de sus colaboradores que me hagan daño o que tomen venganza sobre mí; mi familia y mis conocidos o causen daños a cualquier cosa que nosotros tenemos. En el nombre de Jesucristo y por los méritos de su preciosísima sangre, yo rompo y disuelvo cualquier maleficio, hechizo, encantamiento, ardid, brujería, atadura, trampa, engaño, mentira, tropiezo, obstáculo, decepción, desvío, o distracción, cadena espiritual o influencia espiritual, también toda enfermedad del cuerpo del alma, mente o espíritu puesta sobre nosotros o sobre este lugar,. o sobre cualquiera de las personas, lugares o cosas mencionadas por cualquier agente o atraída sobre nosotros por nuestros propios errores o pecados. (repetir tres veces) Yo ahora coloco la cruz de Jesucristo entre mi y todas las generaciones en mi árbol genealógico. Yo declaro en el nombre de Jesucristo que no va a haber comunicación directa entre las generaciones. Toda comunicación será filtrada por medio de. la preciosa Sangre de Nuestro Señor Jesucristo. María inmaculada cúbreme en la luz, poder y fuerza de tu fe. Padre, por favor envía los ángeles y santos para que me asistan. Gracias, Señor Jesús, por ser mi sabiduría, mi justicia, mi santificación, mi redención. Yo me rindo al ministerio de tu Espíritu Santo, y recibo tu verdad en cuanto a la sanación intergeneracional. . Gloria, al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio, por los siglos de los siglos, Amen. ORACIÓN DE LIBERACIÓN (Monseñor Morales) Señor nuestro Jesucristo te adoro, te alabo, te bendigo, gracias por tu infinito amor por el que te has hecho uno de nosotros naciendo de la Virgen María y por el que subiste a la Cruz para dar tu vida por nosotros. Gracias por tu sangre preciosísima con que nos has redimido. Con tu sangre preciosísima brotada de tus sacratísimas sienes traspasadas por espinas: cúbrenos, séllanos, lávanos, purifícanos, libéranos, destruye en nosotros todo pecado, toda iniquidad, todo poder maligno, todo poder satánico. Con tu sangre preciosísima brotada de tu hombro y espalda llagados por la Cruz a cuestas: cúbrenos, séllanos, lávanos, purifícanos, libéranos, destruye en nosotros todo pecado, toda iniquidad, todo poder maligno, todo poder satánico. Con tu sangre preciosísima brotada de tu costado abierto por la lanza: cúbrenos, séllanos, lávanos, purifícanos, libéranos, destruye en nosotros todo pecado, toda iniquidad, todo poder maligno, todo poder satánico. Con tu sangre preciosísima brotada de tus pies y de tus manos traspasados por los clavos: cúbrenos, séllanos, lávanos, purifícanos, libéranos, destruye en nosotros todo pecado, toda iniquidad, todo poder maligno, todo poder satánico. Con tu sangre preciosísima brotada de todo tu cuerpo llagado por los azotes: cúbrenos, séllanos, lávanos, purifícanos, libéranos, destruye en nosotros todo pecado, toda iniquidad, todo poder maligno, todo poder satánico. Tres veces Gloria Amén, Amén, Amén. PLEGARIA DE LIBERACIÓN Oh, Señor, tú eres grande, tú eres Dios, tú eres Padre, nosotros te rogamos, por la intercesión y con la ayuda de los arcángeles Miguel, Rafael y Gabriel, que nuestros hermanos y hermanas sean liberados del maligno que los ha esclavizado. Oh, santos, venid todos en nuestra ayuda. De la angustia, la tristeza y las obsesiones, nosotros te rogamos: Líbranos, oh Señor. Del odio, la fornicación y la envidia, nosotros te rogamos: Líbranos, oh Señor. De los pensamientos de celos, de rabia y de muerte, nosotros te rogamos: Líbranos, oh Señor. De todo pensamiento de suicidio y de aborto, nosotros te rogamos: Líbranos, oh Señor. De toda forma de desorden en la sexualidad , nosotros te rogamos: Líbranos, oh Señor. De la división de la familia, de toda amistad mala: Líbranos, oh Señor. De toda forma de maleficio, de hechizo, de brujería y de cualquier mal oculto, nosotros te rogamos: Líbranos, oh Señor. Oh, Señor, que dijiste “la paz os dejo, mi paz os doy”, por la intercesión de la Virgen María concédenos ser librados de toda maldición y gozar siempre de tu paz. Por Cristo Nuestro Señor. ¡Amén!